A CORRER PIOJO QUE VIENE EL PEINE.

Este refrán venezolano, se refiere en pocas palabras, a la llegada de alguna figura de autoridad o nuevo orden, próximo a instaurarse en un espacio determinado. El impulso de la carta democrática bajo las circunstancias que vive el pueblo de Venezuela, demuestra que pronto volveremos a tener un Estado de Derecho.

Podemos definir un Estado de derecho, como una forma de organización, mediante el cual  se rige un Estado, es decir, por un conjunto de leyes escritas e instituciones,  ordenadas sistemáticamente a través de la constitución, todos ellos forman el ordenamiento jurídico interno, que junto a  los tratados internacionales debidamente suscritas,  hacen el marco con lo cual, los ciudadanos, extranjeros y funcionarios públicos, deban someter sus actuaciones, así como también, todas las decisiones de los órganos e instituciones de gobierno. Todos sujetos a procedimientos debidamente regulados por la ley y por los derechos fundamentales.

Razón por la cual, toda acción realizada por la sociedad o por el estado, perfectamente puede encuadrar en alguna norma jurídica y en los valores democráticos, dicho de otra forma, el poder del Estado queda sujeto al ordenamiento jurídico interno y externo vigente, que al ser aplicado junto a los valores democráticos (libertad, igualdad, justicia y fraternidad),  perfectamente decimos que conforme a sus acciones y de la forma que aplica estos principios, hay un respeto al ser humano y al orden público.

Ahora bien, que las organizaciones no gubernamentales, el congreso y el pueblo de Venezuela, exijan la aplicación de la Carta Democrática, demuestra que efectivamente, no tenemos un Estado de Derecho, vemos como personas, funcionarios públicos, organismos e instituciones, actúan a su voluntad y como el Sistema de Justicia, aplica políticamente el derecho, olvidando  la supremacía y efectividad de los principios constitucionales.

La ambición desmedida, el individualismo, la falta de amor al prójimo y el deseo de querer hacerse rico rápidamente y a cualquier precio, a producido este descalabro moral colectivo de la sociedad venezolana, llevando al país a un verdadero abismo, en donde, de la mente de muchas personas pasó el pensamiento; “mientras mi familia y yo estemos bien, los demás no me importa”;  “bueno y por qué no se busca un cargo público, para que se resuelva” o “ aquí todo el mundo lo hace y no pasa nada”, de esos pensamientos pasamos, a considerar que;  la falta de alimentos (hambruna), la dispersión del pueblo de Venezuela por el mundo (diáspora), la escases de medicamentos, la deficiencia de servicios públicos, la existencia de presos políticos y la violencia generalizada, todo es normal. ¡No, no es normal!

Mientras esto ocurre entre nosotros, otros países experimentan los mismos hechos miserables, en mayor o en menor medida y  los representantes políticos de esos países – los de la región -, toman las mismas acciones no constitucionales, ante la mirada pasiva de la sociedad civil.

La obsesión por el deseo de hacerse ricos y amontonar riquezas, a costa de la felicidad y el bienestar del pueblo (Alimentos, Seguridad, Educación  y Salud) – ¡la corrupción ha llegado! -, impulsando poco a poco, al pueblo en ese abismo, en el que el proselitismo político, forma sutilmente en las mentes de sus seguidores, la certeza de que actúan correctamente – porque eso los llevará o los hará permanecer en el poder -, sin darse cuenta, forman parte de una suerte de organización delincuencial, dedicada a acabar con la supremacía y efectividad de los principios constitucionales, ocasionando entre muchas otras cosas, la ausencia de un Estado de Derecho.

Afortunadamente, para nosotros existe Jesucristo que nos guía a toda verdad y nos muestra a la luz de su palabra, que esto puede ser revertido. Aun entre nosotros hay lideres – por sus frutos los conoceréis -, en los hogares, en las escuelas, en cada oficina de cada organismo público y en las empresas privadas – las que quedan -, lideres verdaderos, esos que no andan con truhanerías, ni con vilezas, ni egoísmos, esos que saben que está bien o mal y levantan su voz, actuando con mucha calidad humana, promueven el trabajo, los estudios, el amor, la solidaridad y el respeto a la Constitución y a la Leyes.

Hay un pasaje bíblico, que debemos analizar, se encuentra en el  libro de Eclesiastés, capitulo 11, versículo del 4 al 6, el cual nos dice:

“El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a las nubes, no segará.

Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer en cinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.

Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno.”

Dejemos de observar al viento y de mirar las nubes, Venezuela es responsabilidad de todos, no de algunos, necesitamos  actuar coherentemente – sembremos democráticamente – día tras día, respetando y haciendo respetar con nuestras acciones cotidianas, nuestra constitución y las leyes,  a fin de restablecer el Estado de Derecho.

¡Reflexionemos!

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